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Diabolo Sobre todo la buena amistad

El Pueblo Caliente (II)

Diabolo
El Pueblo Caliente (II)

Llegue a un pueblito kilómetros antes de llegar a “Pueblo  Caliente” como yo lo llamo, donde un trabajador me iba a encontrar para conducirme al nuevo trabajo. Viajaba con toda la motivación que te da los primeros pininos de tu profesión. Mucha teoría poca practica pero con la satisfacción de sentirte que valió la pena tanto estudio y claro ganar un sueldo que lo mereces.  Sabía mucho del entorno donde tenía que desenvolverme, pero la verdad de lo que me habían contado a la realidad había un millón kilómetros de distancia.

Ya camino a Pueblo Caliente, la primera impresión fue que no era un pueblo ni siquiera un pueblito,  era una hacienda bananera enorme como mil quinientas y un poco más de hectáreas: Donde en su mayor parte era plantación de banano, cacao y otros productos.  En la mitad la hacienda existía un grupo de casas- Una casa grande pero muy vieja, otra moderna también algo grande y como 20 casitas a su alrededor con una iglesia muy pequeña. El trabajador que me recogió fue mi guía turístico dentro de la hacienda. La casa vieja fue donde habitaba el abuelo y dueño de la plantación. La nueva era ya de este siglo y pernoctaban los hijos y nietos cuando llegaban de la ciudad.

Para mi sorpresa pensaba que la casa nueva seria mi lugar de descanso y trabajo. Pero no fue así. La casa vieja fue donde me acondicionaron para yo pasar los días. Y como un pequeño paréntesis, odio los insectos y lo primero que vi en la casa era que había unos respiradores así los llamo yo en el techo de la casa, donde ya me di cuenta que por ahí entrarían los de seis y ocho patas en las noche. Y eso ya me ponía un poco mal porque sin ser paranoico con los insectos, si los odio. En fin había que tomarlo como sacrificio de trabajo. Todo estaba decorado a la antigua, lo más nuevo que exista era una televisión y un generador eléctrico. Lo demás todo de madera. Bonita, pero para un ser como yo que usa la tecnología llegar a esa casa fue una desilusión.

Al mal paso darle prisa y decidí segur conociendo donde iba a pasar mis próximos seis meses. Ahora si llegue a Pueblo Caliente, habitaban un poco más de veinte familias y uno que otro trabajador solitario.  Me presentaron delante de todo el pueblo y me hicieron sentir como cuando al pueblo llega la luz eléctrica por primera vez.  Así con mucha sorpresa,  algo de curiosidad y hasta algo de felicidad. Y eso me dejo con algo de intranquilidad. Porque me preguntaba, cómo alguien de sistemas como era yo podía dar algo de alegría a Pueblo Caliente. Esa incógnita que de verdad la tenía más luego se me despejaría.

Y me olvidaba que el calor y los mosquitos también te reciben con un gran abrazo. Luego de presentarme me dejaron en la casa vieja para que descanse del viaje y me ponga cómodo. Todo ser es curioso lo sabemos por que si llegamos a una casa extraña lo primero que vamos hacer es abrir hasta el último cajón y adueñarse de los escondites que tiene. Confirmaba lo que pensé no había nada moderno pero si muchas antigüedades de una hacienda muy antigua. Había armas de todo calibre, muchos poemarios y fotos en blanco y negro. Y por último los muebles muy lindos por cierto. Todo  lo que me supongo era de valor ya lo habían retirado.

Llegue como 3pm de la tarde y tenía planeado quedarme dentro de la casa hasta que alguien me llame a comer, pensaba conversar un rato  y dormir. Para dedicarme a empezar mí trabajo en la siguiente mañana muy temprano. Ustedes saben que en el campo desde las 4:30 o 5 am ya canta el gallo y esa es la alarma de empezar el trabajo. Ya iban a ser las 6 de la tarde se ponía el sol cuando oigo que tocan la puerta, era una señora del pueblo que me invitada a pasar a la casa moderna.

Dado unos pasos me di cuenta que los mosquitos salían por nubes a esa hora. Si uno abría la boca de seguro que se ahogaba de mosquitos. Creo que solo al llegar a la casa nueva ya tenía millón picaduras. Qué manera de aprender que debo usar repelente a toda hora. Pero eso no fue nada. Mi gran susto, uno de los peores creo yo que me ha pasado  y todo por ser demasiado citadino fue lo sucedió a los pasos siguientes.  Y ni siquiera había entrado a la casa grande. Después de ver esas nubes de mosquitos a lo lejos, vi también bandadas de pájaros y con el sol poniéndose era una vista maravillosa… No amigos, lo que pensaba eran pájaros, resultó ser murciélagos por doquier que iban y venían sobre nuestras cabezas. Se imaginan que odio los insectos, los moscos,  descubrí que me aterran los murciélagos. Sinceramente ya me quería devolver a la ciudad.

Continuará...

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