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Diabolo Sobre todo la buena amistad

Perdón... ¿Qué... qué?

Diabolo
Perdón... ¿Qué... qué?

Viajar te llena el  alma, sobre todo te quita ese stress acumulado que tenemos los seres humanos. Conocer lugares y su gente, sus costumbres es algo hermoso si lo ves desde el punto de vista humano. Nunca he llegado a un lugar para ver sus defectos. Hay que disfrutar los  bellos momentos que a veces no lo podemos guardar en una foto,  pero si dentro del corazón. Eso es lo que me llena hacer y así como hay esos momentos inolvidables, hay de los otros momentos. Esos que no sabes porque tienen que suceder cosas tan malas,  pero suceden.

Cuando es posible me gusta caminar desde donde habito hasta mi trabajo. Y en el tiempo de esta historia lo hacía diariamente. Era normal caminar casi 5 kilómetros total de ida y regreso del trabajo, me hizo bajar de peso hasta lo normal que dicen las tablas.  Sin embargo yo me veía flaco. En fin solo era un paréntesis de mi historia. Casi caminaba de un polo a otro de una ciudad pequeña, y con el tiempo me transforma en uno más de los habitantes del pueblo. Pero de todas formas se notaba a lo lejos que no era parte del pueblo. Aquí les voy a contar algo que está escrito en otra de mis historias, pero para el ejemplo lo haré de nuevo. Y hago esto para recordar por qué soy muy cuidadoso en el entorno por donde camino.

Hace mucho tiempo en un país más al norte del mío, me transportaba de una ciudad a otra en un autobús.  Llegue 7am o un poco antes y como viaje toda la noche se llega medio aletargado y por supuesto cansado. Abandonando el bus, justo bajando el último peldaño note que un personaje me abrazaba como cuando algún familiar te recibe del viaje. Lo raro era que no tenía ni familia, ni amigos que me reciban. Pero de todas formas, lo mire bien por si acaso sea un amigo que me lo tope por azar. Lastimosamente después de cinco segundos me daba cuenta que el abrazo tenía un cuchillo de por medio. Y que muy aparte del hombre, había otro que también me abrazo y se puso al otro costado. Es decir me pusieron al medio de entre tanto abrazo como esos amigos que se miran a los tiempos.    

En tono muy bajo me dijo que no me preocupara que no me hacían daño si les daba la maleta de viaje y todo lo que tenía en los bolsillos. No atine más que a esbozar una tonta sonrisa nerviosa y les dije claro no hay problema. Y en cuestión de segundos abandonaron el lugar y me dejaron sin un documento,  dinero y ropa. Para colmo estaba en país extraño al mío. Hasta podían tomarme preso por andar indocumentado. Es una historia que algún rato la repito porque tiene un desenlacé que hasta ahora no me lo creo.  

Y desde que me paso este inconveniente casi de película, y lo llamo así porque nunca he sabido que exista esta clase de asaltos. Soy muy observador y cauteloso de la gente que me está mirando desde lejos.  Por eso siempre estoy diciendo que soy detallista, y no es por costumbre sino por que toca ser así al viajar al menos  como yo que lo hago cotidianamente.

Y volviendo a la historia actual, caminaba por una avenida tranquilamente mirando tiendas y sobre todo miraba un restorán porque tenía algo de hambre. Entre a uno y casi salí por las mismas porque no tenían lo que andaba buscando para comer.  Cruce la calle y también me fije que una madre y su hija casi hacían lo mismo que yo hacía, pero en dirección contraria, es decir caminaban ellas hacia donde yo estaba. Si cruzaba la calle ellas lo hacían, si me paraba ellas igual,  Me pareció algo extraño pero pensaba que no me podían asaltar una madre y su hija. Y tampoco pasó que me asaltaron.  Lo que si pasó es algo que nunca había vivido en toda mi existencia ni remotamente parecido. Cruce de nuevo la calle pero esta vez entre en el restorán y adivinen que hicieron ellas.

Continuará…

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